04 junio, 2012

Historias de Ben (I): triste felicidad

"Dicen que los esclavos son felices porque se ríen y hacen bromas. Yo mismo, y tres o cuatro de los demás, he recibido doscientos azotes en un día, y nos han puesto grilletes en los pies; sin embargo, de noche cantábamos y bailábamos, y divertíamos a los demás con el ruido de nuestras cadenas. ¡Hombres felices debíamos ser! Lo hacíamos para evitar los problemas, y para impedir que nuestros corazones se partieran del todo: ¡eso es una verdad como el Evangelio! Míralo -¿no debimos ser felices? Sí, lo he hecho yo mismo- he hecho el loco con las cadenas." [*]

Este pensamiento es de John Little, uno de tantos esclavos de Estados Unidos que se hartó de doblar la cerviz (real y figuradamente) y recibir latigazos, y se fugó de la hacienda donde trabajaba. Él y su esposa recorrieron más de 1400 km desde Tennessee hasta Queen's Bush (Ontario, Canadá), buscando la libertad. Su testimonio, y el de otros esclavos huídos como ellos, fue recogido por el periodista y activo abolicionista Benjamin Drew (n. Boston, 1812), quien lo publicaría más tarde en su obra Narratives of Fugitive Slaves in Canada (1856), convirtiéndose en un testimonio fundamental para apreciar de manera nítida las condiciones de vida y trabajo de los esclavos en el Sur de EE.UU. en las décadas previas al estallido de la Guerra de Secesión.

Bonus track: obertura de Los esclavos felices, de Arriaga.

[*] Esta traducción está tomada del libro de H. Zinn: La otra historia de los Estados Unidos. p.162

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